Una guerra



La noche anterior había llovido. Íbamos por el  barro, hundiéndonos a veces, o resbalando hasta llegar a la trinchera. Debajo de un árbol nos escondimos para poder ver mejor al enemigo. Las gotas caían entre el follaje y miramos a los costados silenciosamente.
Había algunos indios, por otros ángulos habia soldados con sus fusiles y diseminados unos tanques de guerra verdes. Corrimos hasta el próximo árbol tratando de no ser vistos, hasta que nos acomodamos entre las ramas. Al grito de: “Fuego” se inició la guerra. Se oían ruidos de armas, de ametralladoras, de helicópteros…. tutututututu crashhh blooom. Veíamos que los enemigos se nos acercaban de a poco, al tiempo que seguía el rattatatatta ratatata plum!. Contuvimos la respiración. También nuestros soldados daban su contraataque en respuesta a los disparos y bombardeos. Las tropas entraban en acción, debajo de un cielo gris.
En medio de la huída perdí el calzado. Las ropas sucias por el terreno húmedo y así logramos llegar a una zanja. Por un largo rato estuvimos silenciosos dispuestos a correr si era posible, cuando de repente una bola de barro nos alcanza. Salimos corriendo hasta llegar a otro sitio donde nos esperaban los aliados. Uno de ellos se habia raspado un brazo con una rama, éramos un grupo, lleno de lodo, los pelos húmedos por las gotas que caían y cansados de las escapadas, cayendo a veces. Los gritos de los soldados, sumados a algún trueno lejano, nos crispaba. Subí a un árbol, creía que desde allí podría ver mejor el terreno. Pasábamos las horas, escapando, esquivando disparos, corriendo, moviendo la tropa.
La tarde avanzaba, y el cielo amenazaba con un chaparrón, estábamos enardecidos en el fragor de la batalla, cuando nos llama la abuela para tomar la merienda…
Juntamos nuestros soldados verdes, los tanques de plástico, los indios, y cada uno se fué a su casa, preocupados por el castigo a tanta suciedad acumulada.



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