Nicoletta Panigazzo

 

Nicoletta tenía unos kilos de más, había probado todo para perder peso. Siempre  pensó que era una pintura del renacimiento, o una obra de Botero ,con sus formas  redondas y caderas abundantes.
Se miraba al espejo de costado, de frente, de atrás y su cara se tornaba siempre en un gesto de decepción. Las ropas siempre negras y dos talles más grandes la hacían aparecer como una especie de mueble de ébano.

Hacía tiempo había probado pastillas, las que al principio la volvían alegre y parlanchina, acelerada hasta pasar al estado de histeria, o de llanto por cualquier causa. Otras veces irrumpía en una catarata de improperios y palazos por doquier, producto de los efectos de las píldoras mágicas. Desisitió, volcándose  a los laxantes, con los cuales declinaba  invitaciones por miedo a tener que correr despavorida al baño. Lo mismo sucedió con los diuréticos, con los que sufría ante alguna salida de improviso.

Unas amigas le habían contado de la dieta de la luna, es decir, en días de luna llena debía pasar las 24 horas a líquidos. Miraba el calendario y esperaba ése bendito día donde su estómago se colmaría de mates, cafés, caldos y agua mineral. Amanecía ansiosa, pensando en cómo acallaría su hambre voraz. Al levantarse las tazas estaban preparadas, pero al llegar al mediodía, sonaba a acuáticas tripas al menor movimiento. Al llegar la noche se desvanecía delirando con que pase pronto, para arremeter sobre alguna medialuna, o porción de torta con dulce de leche. Cada sistema para adelgazar la llenaba de ilusiones, pero éstas ilusiones desaparecían delante de una pizza de muzzarela, o unos triples de miga. La buzeca caliente, era otra de sus debilidades.. 

Le habían hablado de la bulimia, todo sea por bajar los muslos y cintura rollizos. Tomó coraje, y luego de almorzar se abalanzó al baño. Pensaba que había comido y le daba pena desperdiciar en un vómito tan ricos platos y se convenció de que la bulimia era una tontera, además de un gasto inutil de dinero, porque comprar todo, elaborarlo con los mejores condimentos y sabores para deshecharlo así sin más no valía la pena. Salió del baño, pensando que era la idea más ridícula del mundo.

Se anotó en un reallity donde los participantes debían seguir una dieta, hacer gimnasia y a diario bajar de peso ante cámaras. Cuando sonó el teléfono para avisar que quedó seleccionada, con la mejor voz de anciana contestó que la participante había fallecido. Luego de las condolencias recibidas por parte de la producción, colgó el teléfono y salió a la calle por un kilo de helado. Las vidrieras le devolvían una imágen amplia, Disimuladamente ante algún espejo distorsionado en el que aparecía más delgada se paraba pensando que habría bajado algo, pero al pasar al próximo vidrio todo volvía a la normalidad.

Los piropos que recibía eran variados, desde : "Qué linda gordita para pasar el invierno" hasta "Abran cancha que pasa la chancha" Nunca supo si  pasar el invierno era una señal de aceptación o era que solamente la querían de colcha térmica.
Una vez tuvo una cita, un hombre la invitó a cenar. Estuvo horas pensando qué ropa se pondría, hasta que eligió su clásico pullover negro y su pantalón XXL negro también porque todo debía combinar.

La pasó a buscar con su auto, el caballero le abrió la puerta y cuando se sentó el auto  cayó descaradamente para el lado de su asiento. Trató de decir una frase graciosa para disimular y empezar una conversación, hasta llegar al restaurante. Al ingresar pensaba para sus adentros en cenar liviano, por si la cosa pasaba a mayores, es que no quería tener un inconveniente con su combustión. Pasada la velada, llegó el momento de la intimidad.
Las ropas caían, quedaban al descubierto todos los cúmulos de alimento en sus rodillas, en su vientre, en sus brazos. Al señor no pareció incomodarlo, lo que realmente lo incomodó fue darse cuenta que no era una gordita, sinó un flor de gordito. Sí, gordito., en realidad no se llamaba Nicoletta... su verdadero nombre era Juan Carlos Orlando Panigazo

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